Capítulo 3

Un Oportuno Encuentro

El Veneno

El adrede viaje de retorno del caballerizo hacia Grassland se convertía en una insoportable caminata de dolor y fatiga. La herida en su costado se empezaba a cicatrizar, y una incontenible infección nacía a efectos de la post hemorragia. Con cada paso que daba, el oscuro escenario de Greenteeth parecía hacerse cada vez más profundo. La luz de la luna solo rayaba algunas veces cuando atravesaba el tejado y la maraña de las ramas extendidas a lo alto y a lo largo, sobre la cabeza del caballerizo. Entre el aturdimiento que nacía del silencio, un frágil sonido se reprodujo el quebrar de una rama a la distancia. Nuevamente, se puso alerta. Sr. Arthur desenvainó su espada larga y el rozar del filo con la vaina sonó diciendo “Estoy preparado para cortar a cualquiera por la mitad”.

- ¡Sal de ahí maldito hijo de puta! ¡Si crees que vas a matarme, estas muy equivocado! -. El caballerizo no sería tomado por sorpresa.

- ¿A quien le dices así? ¿Quién eres y qué buscas? -. Ciertamente no era alguien a quien el caballerizo había escuchado antes, y claramente no era el hombre que buscaba.

- ¡No me vas a engañar, te voy a degollar! -. Dijo enfurecido.

El silencio se apoderó de la escena y eso lo sacó de quicio por completo. Los pasos bruscos pasaron a ser un trote violento y el filo de la espada se chocaba todo lo que estaba por delante, el ruido metálico lo delataba, pero no tenía dudas, mataría al misterioso hombre de un solo golpe o moría envenenado.

Sus ojos eran las estrellas fugaces y su espada el susurro de la muerte, se había transformado en un cazador nocturno.

Con avidez divisó una tenue silueta humana detrás del tronco de un árbol. Se detuvo a un costado y sin aviso le cazó del cuello con destreza y lo elevó varios centímetros del suelo.

- ¡Alto, no me mates! - Aquella solloza voz no le afectaba en lo más mínimo al caballerizo. - ¿Por qué me quieres matar?, ¿Qué te he hecho? - Volvió a decir con trémula voz.

Si no hubiera sido por la increíble luz que les arrojó la luna, el caballerizo hubiera asesinado a un anciano decrépito y asustado .

Fue entonces que el caballerizo volvió en sí y dejó al hombre en el suelo al instante.

-Disculpe mi falta de respeto, señor. - Dijo y se retiró unos pasos hacia atrás.

- Debería darte vergüenza. ¡Estuviste a punto de acabar con mi vida!

- Le pido disculpas nuevamente, no era mi intención atacarlo. Déjeme presentarme, si me lo permite.

- ¿Quién sos?, no tienes pinta de ser de por aquí. - Le dijo el anciano con un tono más aliviado.

- ¡Mi nombre es Arthur Collingwood, Señor Caballerizo de la primera cuadrilla real de vuestro Rey Gregory -

- ¿Si eres quien dices ser, qué haría el Sr. Caballerizo en los bosques de Greenteeth tan lejos de su rey? -

- Podría sincerarme con usted diciéndole cosas que no le conciernen - El silencio se apoderó del bosque nuevamente. El caballerizo suspiro descargando la pesada tensión que lo había agotado durante toda la noche en el bosque.

- Puede ser que le resulte difícil creer en mis palabras, pero necesito que me diga hacia donde está el cementerio del pueblo - Un cerillo se encendió repentinamente creando un pequeño foco de luz sobre las sombras del bosque. Allí, sosteniendo la pequeña llama, un anciano miraba fijo al caballerizo. Se había dado cuenta de algo.

- Señor Collingwood, disculpe usted mi falta de respeto, estos bosques son peligrosos y hay que estar atentos. ¿Acaso está perdido? -

- ¡Puede ser cierto! - Dijo con cierto cinismo. El anciano se acercó lentamente hacia el caballerizo.

- El cementerio está a unos pocos minutos de aquí, ¿Eso está bien? - El hombre acercó la luz al costado de Sr. Arthur viendo la herida desnuda, envuelta en una espesa mancha roja.

- ¿Qué cree usted?

- No soy médico, pero eso no es nada bueno. Es mejor tratarlo cuanto antes.

El calor del fuego que se acercaba con sus últimos esfuerzos al cuerpo del caballerizo, le provocaba un insoportable ardor que efervecía a lo largo del tajo.

- Le agradecería, pero no tengo mucho tiempo... -. El caballerizo empujó por el hombro al anciano y se dio lugar para seguir a un ritmo lastimoso y casi imposible de soportar.

- No llegarías a ningún lado, ni aunque te arrastraras. Tengo algo que te puede ayudar, sé de venenos y tu herida delata una leve dosis de cuita diluida -. Observaba el anciano con detenimiento y mucha intriga por el trabajo que denunciaba el manejo de venenos tan delicados.- ...que increible trabajo es bañar la hoja de un arma y dejarla impregnada. ¿No te has dado cuenta hasta que te comenzó a hacer efecto? -. Le preguntó con suspicacia. Sr. Arthur, miró directamente a los ojos del hombre desafiando su voluntad, buscando veracidad en las palabras del anciano, le costaba creerle y peor aún, abandonar su causa; encontrar al hombre que le había hecho aquella herida. Pero lo único que obtuvo del anciano fue un golpe en la herida que lo hizo caer sobre sus rodillas y de un manotazo le arrebató la espada de la mano arrojándola a varios metros fuera del alcance del caballerizo.

- Cargar con una espada tan pesada en tu estado, no te ayudará en nada. Espérame mientras traigo algún antídoto, o algo parecido que pueda ayudarte... -. Mientras el hombre se alejaba, la luz se desvaneció sobre la palma de su mano a la par de balbuceos incomprensibles.

- ¡Anciano, devuelveme la espada! - El dolor del golpe en su costado le había quitado el aliento.

Sr. Arthur pudo escuchar una puerta abriéndose muy cerca de donde yacía recostado. La luz que brotaba era un punto que reprimía algunas sombras.

Un Respiro

El tiempo seguía corriendo y no faltaba mucho para el amanecer, lo que molestaba cada vez más al caballerizo. Pensar en ello lo hacía enfurecer y la tensión le causaba un insoportable dolor que presionaba todo su abdomen.

- ¡Apúrate, anciano! - Repetía ansioso de lo que fuera que estaba buscando. Trató de acostarse en el suelo, lentamente para no esforzarse demasiado. El ruido de la puerta arrastrándose sobre el suelo resonó por todo el lugar.

- ¿Caballerizo?

- ¡Por aquí!, ¡Aquí!

- Ya me había olvidado de dónde estabas -. La risa del anciano forzaba las rasposas cuerdas vocales que apenas sonaban.

- Llamame Aldrich. No anciano, es ofensivo -. Aldrich tomó de la muñeca del caballerizo e hizo a un lado el brazo.

- ¿Qué es ese trapo?, ¿y ese frasco? -. Preguntaba atento a los elementos que el hombre había traído consigo.

- ¿Tan nervioso está el gran caballerizo mayor?, esto te curará en un santiamén -. Primero tomó de un frasco pequeño y vertió un líquido azul sobre la tela que tendió en su regazo. Pidió al caballerizo que se sentara dándole la espalda para que pudiera trabajar más cómodamente. Antes de proseguir le explicó, - Deberás tomar de este brebaje mientras te curo, no es muy distinto al ron. ¿Has probado ron alguna vez? - Agregó con sincera curiosidad.

- Hace mucho tiempo no me doy esos gustos, ¿Estás seguro que no es veneno? -. Sr. Arthur miró dos o tres veces el frasco con suma desconfianza. Aquel pequeño recipiente contenía un líquido tan claro como el agua, pero que destapado despedía un fuerte aroma dulzor que se mezclaba con otras esencias desconocidas. Cuando emprendió a tomar de él, Aldrich apretó fuertemente la herida con el trapo, haciendo gritar al caballerizo del ardor que le perforaba la carne abierta de la herida. En aquella vociferación Sr. Arthur se ahogó en el brebaje ardiente que cayó sobre su ropa. El forcejeo duró varios minutos, varios interminables minutos de dolor para el caballerizo. Pero todo se calmó cuando Sr. Arthur cayó dormido en el frio verde del pasto, con los ojos fijos en el vacío oscuro del bosque.

- Eres fuerte Arthur Collingwood, no esperaba que aguantas tanto el sedante -. Dijo Aldrich antes de apagar la antorcha que seguía encendida detrás de ellos.

results matching ""

    No results matching ""