Capítulo 4
Reanudando la Persecución
El Plan
En un insoportable dolor de cabeza, el caballerizo se incorporó de un salto, pero a causa de la falta de equilibrio dio con la cabeza en suelo gritando del dolor y mascullando maldiciones a todos los infiernos. Estaba todo calma, un hedor a madera húmeda y nada más que él y una cama hecha con heno prensado. Unos pasos ligeros llegaron a la oscura habitación en donde el caballerizo estaba agarrándose las sienes. La humedad del lugar pesaba en cada gota de sudor que se derramaba de la frente de Sr. Arthur cada vez que apretaba su cabeza.
- ¿Estás bien? - Preguntó Aldrich alcanzando su mano al hombro del afiebrado caballerizo. En un respingo, sorprendido por la voz del anciano, intentó incorporarse pero poco podía ver más que una silueta borrosa y una puerta por la que entraba luz de alguna hoguera en la habitación adyacente.
- ¿Cómo?, ¿Qué haces aquí? - Vociferó conmocionado. Sr. Arthur estaba inmerso en un mareo que le revolvía todas las tripas. SIn embargo en un acto reflejo, logró darse la vuelta y torcerle la muñeca al anciano que instantáneamente soltó un alarido de dolor, pero alcanzó a quitar el brazo lo más rápido posible.
- ¡Maldito anciano!, !Me envenenaste, maldito! - Ahora sí, el caballerizo se había enfurecido, estaba en un estado bestial que desataba toda su furia. Aldrich salió a toda velocidad hacia la siguiente habitación, de la cual alguna luz salía e iluminaba el marco de la puerta. Los pasos del anciano eran frágiles pero ligeros, y detrás de él, el caballerizo embravecido que le seguía dispuesto a degollarlo.
- ¡Cálmate!, ¡Cálmate! - Repetía Aldrich constantemente tratando de quedar lo más alejado de Sr. Arthur, el anciano podía sentir como el caballerizo desbordaba de furia y bestialidad. La puerta que daba al exterior estaba a pocos pasos de la mesa, si fuera la última opción Aldrich escaparía por el bosque donde el caballerizo se perdería como lo había hecho anteriormente. Pero para ello necesitaba tiempo, y para ganar tiempo debía persuadirlo, calmarlo.
- ¡Me has engañado, maldito anciano!, ¡Te aprovechaste de mi estado y me envenenaste! - Las manos del caballerizo apretaban con fiereza y los pasos repicaban en el suelo como si de un elefante se tratara.
- ¡Yo no te he engañado, caballerizo! -
- ¡¿Qué día es hoy?! ¡Me drogaste y por culpa tuya fallé a mi rey! - El mareo estaba desapareciendo y Sr. Arthur recobrarba la fuerza lentamente. Le dieron varias vueltas a la sala persiguiéndose y todo lo que podía romperse fue roto.
- ¡Recapacita, caballerizo! ¿Acaso no te sane la herida?, ¡Cuál fuese lo que hayas tenido que hacer, hubieras muerto en el camino! - Aldrich parecía agotado por tanto correteo, la presión de tener a un experto ejecutor persiguiendolo le generaba un cansancio extremo.
- ¡Cálla y responde!, ¡¿Hace cuánto que estoy así?! - Para cuando el caballerizo aumentó el ritmo, ya no era dificultad seguirle el paso al anciano.
- ¡Fue apenas un día, no me mates!, por favor- Aldrich se vio acorralado y se lanzó al suelo sin más que esperar. Sr. Arthur avanzó lentamente. Se detuvo a poco más de medio metro de Aldrich.
- ¿Sabes qué es lo que has hecho? - Claramente, el caballerizo no esperaba una respuesta. - No por casualidad me perdí en este maldito bosque, y no por casualidad tenía una herida en el costado. Estaba persiguiendo a un hombre, y ese hombre había dado su palabra. Había prometido una pelea con honor, y no fue él quien no cumplió con su palabra. ¿Sabes quién fue el traidor? - El insoportable silencio acrecentaba la densidad del aire en aquella habitación. El caballerizo parecía inmutado en aquel lugar, manteniendo una fuerte presencia que impedía a Aldrich incorporarse o siquiera escapar a gatas.
- Anciano, ¿Sabes lo que significa para un caballero, para un hombre del rey, incumplir con la palabra?. Si cualquiera me reportara, sabiendo que no cumplí con lo que mi rey pidió, mi cabeza sería cortada. ¡No una vez!, ¡Diez o cien veces!, ¡La harían picadillo! - Sr. Arthur se acercó y miró al anciano que parecía acobardado, asustado al igual que un niño frente a una pesadilla hecha real. El caballerizo se detuvo y cuando tomó al acobardado Aldrich que apunto estuvo de llorar, vio que ese no era él. En ese instante recorrió con la otra mano su costado y notó lo que no había querido sentir mientras estaba en su inundado en su desquicia. El hombro ya no le dolía y la herida había desaparecido casi en su totalidad. Y en un día. Sr. Arthur recapacitó cuando logró darse cuenta de que tenía colgando a un hombre inocente de toda culpa. Así entonces bajó al hombre al suelo.
- ¡Despreocúpate!, no voy a matarte. Ya no - Dijo el caballerizo y se recostó junto a Aldrich que apunto estaba a una lágrima de llorar. - Disculpa, ya no tiene caso. No habría por qué matarte, no podría - Tomó su cabeza y dejó salir en un largo soplo toda la bronca que lo atormentaba. - No sé que me ocurrió. Estaba muy paranoico con todo ese asunto de… bueno, no puedo decirte - El caballerizo se disculpó una docena de veces antes de que el anciano recuperara el aliento, y más que nada la razón. Solo se hizo silencio y el fuego que se apagaba sin más leños que encender. Sr. Arthur fue quien se levantó y colocó otra madera en la hoguera, miró al anciano que seguía recostado y le extendió una mano, para ayudarlo a incorporarse.
- ¿Puedo pedirte algo?, no me enojaré si te niegas - Dijo el caballerizo, preocupado de que lo sucedido hubiera afectado a la buena relación. Aldrich asintió con la cabeza, aún bastante asustado. El miedo a ser asesinado no es algo que pueda perderse en minutos u horas . La luz del alba entraba fugazmente por todos lados, el cántico de un pájaro delataba que era de mañana, y la refrescante brisa aligeraba el ambiente y la respiración. El lugar estaba tranquilo y gozaba de una paz tan propia del bosque, como la que el caballerizo recordaba de su viaje por la penumbra de la noche en Greenteeth.
- ¿Cuánto tiempo vas a seguir durmiendo? - Entró Aldrich con sus chancletas de suelo de corcho que rechinaban contra las tablas del piso.
- Disculpa, ya me voy - Dijo el caballerizo y comenzó a vestirse ni bien se puso de pie.
- Mañana emprenderé viaje, ¿no necesitas nada más? - El anciano llevaba consigo unas pequeñas bolsas con monedas, al parecer eran varios oros porque parecía bastante pesada.
- Gracias, ya te pedí mucho. Bueno, me marcho - Se detuvieron dentro del cuarto principal sobre la entrada, donde se podía ver el soleado día que haría aquella tarde.
- Espero que vivas mucho, caballerizo - Dijo Aldrich mientras le estrechaba la mano a Sr. Arthur.
- Y vos tambien, Aldrich - Fuera de la casa, un caballo de pelaje blanco esperaba mientras pastaba. Ya ensillado, el caballerizo montó al animal y con un suave golpe en el muslo, el caballo arrancó hacia el bosque. - Disculpa las molestias, de verdad. ¡Adios y gracias! -